lunes, 12 de noviembre de 2012

Texas: avioneta vs. camioneta...


Impresionante video muestra el momento exacto en el que una avioneta Cessna 172 se estrella contra un vehículo todoterreno en movimiento, perdiendo parte de su tren de aterrizaje, cuando descendía sobre la pista en el Northwest Regional Airport, un pequeño aeropuerto local en Texas, Estados Unidos, el pasado 5 de noviembre. Afortunadamente no hubo muertos.
 
El piloto William Davis le pidió a su esposa Kandy que grabara su primer vuelo en solitario, cuando le faltaban unas semanas para terminar el entrenamiento en la escuela de aviación y recibir su licencia de piloto. Todo marchaba bien hasta que, a punto de tocar pista, un vehículo se atravesó en la zona de aterrizaje.

Según los funcionarios locales, los coches no deben conducir en esa área cuando los aviones están despegando y aterrizando. Para eso existe una señal en el asfalto, pero al parecer no es suficiente.

"Cuando los coches llegan a esa señal, se supone que se detengan y se cercioren de que ningún avión está buscando pista", explicó el subjefe Gilbert Caldwell del Departamento de Bomberos de Roanoke.


Publicado por Yahoo! en Español.

sábado, 13 de octubre de 2012

La soledad de América Latina


Gabriel García Márquez el día en que asistió a la ceremonia de entrega del Premio Nobel de Literatura, en 1982.

Por GABRIEL GARCIA MÁRQUEZ
Al recibir el Nobel de Literatura en 1982

Antonio Pigafetta, un navegante florentino que acompañó a Magallanes en el primer viaje alrededor del mundo, escribió a su paso por nuestra América meridional una crónica rigurosa que sin embargo parece una aventura de la imaginación. Contó que había visto cerdos con el ombligo en el lomo, y unos pájaros sin patas cuyas hembras empollaban en las espaldas del macho, y otros como alcatraces sin lengua cuyos picos parecían una cuchara. Contó que había visto un engendro animal con cabeza y orejas de mula, cuerpo de camello, patas de ciervo y relincho de caballo. Contó que al primer nativo que encontraron en la Patagonia le pusieron enfrente un espejo, y que aquel gigante enardecido perdió el uso de la razón por el pavor de su propia imagen.

Este libro breve y fascinante, en el cual ya se vislumbran los gérmenes de nuestras novelas de hoy, no es ni mucho menos el testimonio más asombroso de nuestra realidad de aquellos tiempos. Los Cronistas de Indias nos legaron otros incontables. Eldorado, nuestro país ilusorio tan codiciado, figuró en mapas numerosos durante largos años, cambiando de lugar y de forma según la fantasía de los cartógrafos. En busca de la fuente de la Eterna Juventud, el mítico Alvar Núñez Cabeza de Vaca exploró durante ocho años el norte de México, en una expedición venática cuyos miembros se comieron unos a otros y sólo llegaron cinco de los 600 que la emprendieron. Uno de los tantos misterios que nunca fueron descifrados, es el de las once mil mulas cargadas con cien libras de oro cada una, que un día salieron del Cuzco para pagar el rescate de Atahualpa y nunca llegaron a su destino. Más tarde, durante la colonia, se vendían en Cartagena de Indias unas gallinas criadas en tierras de aluvión, en cuyas mollejas se encontraban piedrecitas de oro. Este delirio áureo de nuestros fundadores nos persiguió hasta hace poco tiempo. Apenas en el siglo pasado la misión alemana de estudiar la construcción de un ferrocarril interoceánico en el istmo de Panamá, concluyó que el proyecto era viable con la condición de que los rieles no se hicieran de hierro, que era un metal escaso en la región, sino que se hicieran de oro.

La independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia. El general Antonio López de Santana, que fue tres veces dictador de México, hizo enterrar con funerales magníficos la pierna derecha que había perdido en la llamada Guerra de los Pasteles. El general García Moreno gobernó al Ecuador durante 16 años como un monarca absoluto, y su cadáver fue velado con su uniforme de gala y su coraza de condecoraciones sentado en la silla presidencial. El general Maximiliano Hernández Martínez, el déspota teósofo de El Salvador que hizo exterminar en una matanza bárbara a 30 mil campesinos, había inventado un péndulo para averiguar si los alimentos estaban envenenados, e hizo cubrir con papel rojo el alumbrado público para combatir una epidemia de escarlatina. El monumento al general Francisco Morazán, erigido en la plaza mayor de Tegucigalpa, es en realidad una estatua del mariscal Ney comprada en París en un depósito de esculturas usadas.

Hace once años, uno de los poetas insignes de nuestro tiempo, el chileno Pablo Neruda, iluminó este ámbito con su palabra. En las buenas conciencias de Europa, y a veces también en las malas, han irrumpido desde entonces con más ímpetus que nunca las noticias fantasmales de la América Latina, esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas, cuya terquedad sin fin se confunde con la leyenda. No hemos tenido un instante de sosiego. Un presidente prometeico atrincherado en su palacio en llamas murió peleando solo contra todo un ejército, y dos desastres aéreos sospechosos y nunca esclarecidos segaron la vida de otro de corazón generoso, y la de un militar demócrata que había restaurado la dignidad de su pueblo. En este lapso ha habido 5 guerras y 17 golpes de estado, y surgió un dictador luciferino que en el nombre de Dios lleva a cabo el primer etnocidio de América Latina en nuestro tiempo. Mientras tanto 20 millones de niños latinoamericanos morían antes de cumplir dos años, que son más de cuantos han nacido en Europa occidental desde 1970. Los desaparecidos por motivos de la represión son casi los 120 mil, que es como si hoy no se supiera dónde están todos los habitantes de la ciudad de Upsala. Numerosas mujeres arrestadas encintas dieron a luz en cárceles argentinas, pero aún se ignora el paradero y la identidad de sus hijos, que fueron dados en adopción clandestina o internados en orfanatos por las autoridades militares. Por no querer que las cosas siguieran así han muerto cerca de 200 mil mujeres y hombres en todo el continente, y más de 100 mil perecieron en tres pequeños y voluntariosos países de la América Central, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Si esto fuera en los Estados Unidos, la cifra proporcional sería de un millón 600 mil muertes violentas en cuatro años.

De Chile, país de tradiciones hospitalarias, ha huido un millón de personas: el 10 por ciento de su población. El Uruguay, una nación minúscula de dos y medio millones de habitantes que se consideraba como el país más civilizado del continente, ha perdido en el destierro a uno de cada cinco ciudadanos. La guerra civil en El Salvador ha causado desde 1979 casi un refugiado cada 20 minutos. El país que se pudiera hacer con todos los exiliados y emigrados forzosos de América latina, tendría una población más numerosa que Noruega.

Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de la Letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual éste colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte. Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad.

Pues si estas dificultades nos entorpecen a nosotros, que somos de su esencia, no es difícil entender que los talentos racionales de este lado del mundo, extasiados en la contemplación de sus propias culturas, se hayan quedado sin un método válido para interpretarnos. Es comprensible que insistan en medirnos con la misma vara con que se miden a sí mismos, sin recordar que los estragos de la vida no son iguales para todos, y que la búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos. La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios. Tal vez la Europa venerable sería más comprensiva si tratara de vernos en su propio pasado. Si recordara que Londres necesitó 300 años para construir su primera muralla y otros 300 para tener un obispo, que Roma se debatió en las tinieblas de incertidumbre durante 20 siglos antes de que un rey etrusco la implantara en la historia, y que aún en el siglo XVI los pacíficos suizos de hoy, que nos deleitan con sus quesos mansos y sus relojes impávidos, ensangrentaron a Europa con soldados de fortuna. Aún en el apogeo del Renacimiento, 12 mil lansquenetes a sueldo de los ejércitos imperiales saquearon y devastaron a Roma, y pasaron a cuchillo a ocho mil de sus habitantes.

No pretendo encarnar las ilusiones de Tonio Kröger, cuyos sueños de unión entre un norte casto y un sur apasionado exaltaba Thomas Mann hace 53 años en este lugar. Pero creo que los europeos de espíritu clarificador, los que luchan también aquí por una patria grande más humana y más justa, podrían ayudarnos mejor si revisaran a fondo su manera de vernos. La solidaridad con nuestros sueños no nos haría sentir menos solos, mientras no se concrete con actos de respaldo legítimo a los pueblos que asuman la ilusión de tener una vida propia en el reparto del mundo.

América Latina no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío, ni tiene nada de quimérico que sus designios de independencia y originalidad se conviertan en una aspiración occidental.

No obstante, los progresos de la navegación que han reducido tantas distancias entre nuestras Américas y Europa, parecen haber aumentado en cambio nuestra distancia cultural. ¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social? ¿Por qué pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con métodos distintos en condiciones diferentes? No: la violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin cuento, y no una confabulación urdida a 3 mil leguas de nuestra casa. Pero muchos dirigentes y pensadores europeos lo han creído, con el infantilismo de los abuelos que olvidaron las locuras fructíferas de su juventud, como si no fuera posible otro destino que vivir a merced de los dos grandes dueños del mundo. Este es, amigos, el tamaño de nuestra soledad.

Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte. Una ventaja que aumenta y se acelera: cada año hay 74 millones más de nacimientos que de defunciones, una cantidad de vivos nuevos como para aumentar siete veces cada año la población de Nueva York. La mayoría de ellos nacen en los países con menos recursos, y entre éstos, por supuesto, los de América Latina. En cambio, los países más prósperos han logrado acumular suficiente poder de destrucción como para aniquilar cien veces no sólo a todos los seres humanos que han existido hasta hoy, sino la totalidad de los seres vivos que han pasado por este planeta de infortunios.

Un día como el de hoy, mi maestro William Faullkner dijo en este lugar: "Me niego a admitir el fin del hombre". No me sentiría digno de ocupar este sitio que fue suyo si no tuviera la conciencia plena de que por primera vez desde los orígenes de la humanidad, el desastre colosal que él se negaba a admitir hace 32 años es ahora nada más que una simple posibilidad científica. Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.

Agradezco a la Academia de Letras de Suecia el que me haya distinguido con un premio que me coloca junto a muchos de quienes orientaron y enriquecieron mis años de lector y de cotidiano celebrante de ese delirio sin apelación que es el oficio de escribir. Sus nombres y sus obras se me presentan hoy como sombras tutelares, pero también como el compromiso, a menudo agobiante, que se adquiere con este honor. Un duro honor que en ellos me pareció de simple justicia, pero que en mí entiendo como una más de esas lecciones con las que suele sorprendernos el destino, y que hacen más evidente nuestra condición de juguetes de un azar indescifrable, cuya única y desoladora recompensa, suelen ser, la mayoría de las veces, la incomprensión y el olvido.

Es por ello apenas natural que me interrogara, allá en ese trasfondo secreto en donde solemos trasegar con las verdades más esenciales que conforman nuestra identidad, cuál ha sido el sustento constante de mi obra, qué pudo haber llamado la atención de una manera tan comprometedora a este tribunal de árbitros tan severos. Confieso sin falsas modestias que no me ha sido fácil encontrar la razón, pero quiero creer que ha sido la misma que yo hubiera deseado. Quiero creer, amigos, que este es, una vez más, un homenaje que se rinde a la poesía. A la poesía por cuya virtud el inventario abrumador de las naves que numeró en su Iliada el viejo Homero está visitado por un viento que las empuja a navegar con su presteza intemporal y alucinada. La poesía que sostiene, en el delgado andamiaje de los tercetos del Dante, toda la fábrica densa y colosal de la Edad Media. La poesía que con tan milagrosa totalidad rescata a nuestra América en las Alturas de Machu Pichu de Pablo Neruda el grande, el más grande, y donde destilan su tristeza milenaria nuestros mejores sueños sin salida. La poesía, en fin, esa energía secreta de la vida cotidiana, que cuece los garbanzos en la cocina, y contagia el amor y repite las imágenes en los espejos.

En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte. El premio que acabo de recibir lo entiendo, con toda humildad, como la consoladora revelación de que mi intento no ha sido en vano. Es por eso que invito a todos ustedes a brindar por lo que un gran poeta de nuestras Américas, Luis Cardoza y Aragón, ha definido como la única prueba concreta de la existencia del hombre: la poesía. Muchas gracias.

Publicado por:
http://www.ciudadseva.com/textos/otros/ggmnobel.htm
http://estoespurocuento.wordpress.com/2012/08/29/gabriel-garcia-marquez-la-soledad-de-america-latina-discurso-de-aceptacion-del-premio-nobel-1982-texto-completo/

Interpretación al discurso anterior.

lunes, 27 de agosto de 2012

Avanza el proyecto

 Torre I
 Torre II
 Casas vía principal, vista hacia el sur.
Torres I y II


viernes, 6 de julio de 2012

Adiós a la Esquina del Tango


Limpia del nefasto y criminal grafiti, así luce, al menos al instante de hacer clic con la cámara fotográfica, esta hermosa casa de esquina suroccidental de la Calle 59 con la Carrera Séptima.




La secuencia gráfica arriba de estas líneas corresponde, también y milagrosamente libre de la acción criminal de los grafiteros, a la ya otoñal Esquina del Tango, en la Carrera Séptima A con la Calle 59 A, costado suroriental del antiguo Parque de los Hippies. Las noches de tango acaban de cambiar de escenario, cuando un obrero, escalera en mano, se dispone a retirar el aviso. Esta es la última foto del tradicional sitio que operó allí durante cuatro décadas, para trasladarse al sector de Galerías. Foto tomada el 6 de julio de 2012 hacia las 11:40 a.m.

martes, 12 de junio de 2012

Proyecto 2012


Acceso y salida del proyecto.
Al fondo, Torre 1 (izquierda) próxima a ser entregada. Torre 2, avanzada.
Casas, entrada principal, sentido Sur-Norte.
Enmallado temporal, para limitar acceso de visitantes al área aún en obra.
Casas. Al fondo, Torre 2. El enmallado en la entrada principal es apenas temporal, a efectos de impedir el acceso de particulares al área de las dos torres (al fondo).
Entrada y salida del condominio, mirada hacia en sentido Norte-Sur.
Casas. Al fondo, Torre 2.
Apartamento modelo. Comedor. A la derecha, el balcón.
Comedor
Cocina
Alcoba principal.
Área de televisión y/o computador
Sala y balcón al fondo
Panorámica desde el apartamento modelo, sentido Sur-Norte.
Un parqueadero, recién a la entrada, sentido Sur-Norte.
Casas del proyecto, a lado y lado. Al fondo, en construcción, la Torre 2.

miércoles, 6 de junio de 2012

Adiós al escritor Ray Bradbury


El escritor de ciencia ficción Ray Bradbury mira un retrato que fue parte de un proyecto escolar para ilustrar a personajes de uno de sus dramas en Los Angeles, en esta foto de archivo del 9 de diciembre de 1966. Bradbury, autor de éxitos literarios como "Las crónicas marcianas" y "Fahrenheit 451", murió el martes 5 de junio del 2012 en el sur de California. Tenía 91 años. (AP Foto/Archivo)
El escritor de ciencia ficción Ray Bradbury mira un retrato que fue parte de un proyecto escolar para ilustrar a personajes de uno de sus dramas en Los Angeles, en esta foto de archivo del 9 de diciembre de 1966. (AP Foto/Archivo)


LOS ANGELES, junio 6 de 2012 (AP) — Ray Bradbury, el maestro de la ficción científica y la fantasía que transformó sus sueños de infancia y temores de la Guerra Fría en marcianos telepáticos, monstruos marinos enfermos de amor y la visión desoladora de un futuro distorsionado en el cual los bomberos queman libros en "Fahrenheit 451", ha muerto a los 91 años.

Bradbury falleció el martes por la noche en Cupertino, California, informó este miércoles su hija, Alexandra Bradbury. No proporcionó más detalles.

El autor de clásicos de ficción científica como "Crónicas marcianas" y "El hombre ilustrado" trascendió el género para conquistar la admiración de grandes plumas como Jorge Luis Borges, quien prologó la versión en español de uno de sus libros.

Aunque disminuyó su ritmo de trabajo en años recientes debido a un derrame cerebral que lo postró en a una silla de ruedas, Bradbury se mantuvo activo al llegar a nonagenario, escribiendo nuevas novelas, obras de teatro, guiones de cine y un volumen de poesía. Escribía todos los días en la oficina de su casa en el barrio de Cheviot Hills, en Los Angeles, y de vez en cuando se presentaba en librerías y actos de bibliotecas públicas para recaudar fondos y otros eventos literarios alrededor de la ciudad.

Su obra abarca desde terror y misterio hasta humor e historias compasivas sobre los irlandeses, los negros y los mexicanoestadounidenses. Bradbury también escribió el guión de la adaptación cinematográfica de John Huston de "Moby Dick" (1956), así como varios capítulos de la serie de televisión "La dimensión desconocida", incluyendo "El Teatro de Ray Bradbury", para el cual adaptó decenas de sus trabajos.

"Lo que siempre he sido es un escritor híbrido", dijo Bradbury en el 2009. "Estoy completamente enamorado del cine, y estoy completamente enamorado del teatro, y estoy completamente enamorado con las bibliotecas".

En esta foto del 29 de enero de 1997, el escritor Ray Bradbury posa durante un evento promocional de su libro "Más rápido que el ojo" en Cupertino, California.  Bradbury, autor de éxitos literarios como "Las crónicas marcianas" y "Fahrenheit 451", murió el martes 5 de junio del 2012 en el sur de California. Tenía 91 años. (AP Foto/Steve Castillo, Archivo))
En esta foto del 29 de enero de 1997, el escritor Ray Bradbury posa durante un evento promocional de su libro "Más rápido que el ojo" en Cupertino, California. (AP Foto/Steve Castillo, Archivo)

Bradbury saltó a la fama en 1950 con "Crónicas marcianas", una serie de historias entrelazadas que satirizaron el capitalismo, el racismo y las tensiones de las superpotencias al retratar a colonizadores terrestres destruyendo una civilización marciana idílica.

Al igual que "El fin de la infancia" de Arthur C. Clarke y el filme de Robert Wise "El día que paralizaron la Tierra", el libro de Bradbury fue una alegoría sobre la Guerra Fría en el que los acontecimientos en otro planeta sirven como un comentario sobre el comportamiento humano en la Tierra. "Crónicas marcianas" se ha publicado en más de 30 lenguas, fue adaptada en una miniserie se televisión e inspiró un juego de computadora.

"Crónicas marcianas" profetizó la prohibición de libros, especialmente obras de fantasía, un tema que Bradbury abordaría profundamente en "Fahrenheit 451", de 1953. Inspirada en la Guerra Fría, el surgimiento de la televisión y la pasión del autor por las bibliotecas, fue una narrativa apocalíptica de una guerra nuclear en el exterior mientras en casa los bomberos son asignados a quemar libros en lugar de combatir incendios (451 grados Fahrenheit, Bradbury ha dicho, era la temperatura a la cual ardían en llamas los textos).

Fue el único trabajo de Bradbury realmente de ficción científica, según el autor, quien dijo que todas sus demás obras debían clasificarse como de fantasía. "Fue un libro basado en hechos reales y también en el odio hacia la gente que quema libros", dijo a The Associated Press en el 2002.

Un clásico futurista a menudo enseñado junto con "1984" de George Orwell y "Brave New World" de Aldous Huxley, la novela de Bradbury previó los iPods, la TV interactiva, la vigilancia electrónica y en vivo, los eventos sensacionalistas de los medios, incluso las persecuiones policiales televisadas. Francois Truffaut dirigió una versión cinematográfica en 1966 y se hizo alusión al título del libro — sin la autorización de Bradbury, se quejó el autor — para el documental de Michael Moore "Fahrenheit 9-11".

Aunque involucrado en muchos proyectos futuristas, como la Feria Mundial de Nueva York en 1964 y la exhibición "Spaceship Earth" en el parque Walt Disney World de Florida, Bradbury estaba profundamente apegado al pasado. Se negaba a conducir un auto o viajar, y le dijo a la AP que presenciar un accidente de tránsito fatal de niño le había dejado un terror permanente a los automóviles. De su juventud, se trasladaba de un lugar a otro en bicicleta o patines.

"No les tengo miedo a las máquinas", le dijo a la publicación Writer's Digest en 1976. "No creo que los robots se estén apoderando del mundo. Pienso que los hombres que juegan con juguetes lo han hecho. Y si no les quitamos los juguetes de las manos, somos unos tontos".

Influido por Ernest Hemingway y Thomas Wolfe, Bradbury fue perfeccionando su estilo literario en revistas baratas y llegó a ser uno de los pocos escritores de ficción científica tratado con seriedad por el mundo literario. En el 2007 recibió una mención especial del Premio Pulitzer "por su distinguida, prolífica y profundamente influyente carrera como un autor inigualable de ficción científica y fantasía". Siete años antes, recibió una medalla honoraria National Book Award a la trayectoria, honor otorgado a Philip Roth y Arthur Miller, entre otros.

También fue nominado a un premio Oscar por la cinta animada "Icarus Montgolfier Wright", y a un Emmy por su obra para TV "The Halloween Tree". Su fama incluso llegó a la Luna, donde astronautas del Apollo nombraron un cráter Dandelion en honor a "Dandelion Wine" ("El vino del estío"), su bienamada novela sobre el momento mágico de la transición a la mayoría de edad. Un asteroide fue nombrado 9766 Bradbury.

Nacido Ray Douglas Bradbury el 22 de agosto de 1920 en Waukegan, Illinois, el autor una vez se autodescribió como "ese bicho raro especial, el hombre con el niño adentro que lo recuerda todo". Alegaba tener total memoria de su vida, incluso desde sus últimas semanas en el vientre de su madre.

Su padre, Leonard, instalador de líneas de una compañía de energía, fue descendiente de Mary Bradbury, enjuiciada por brujería en Salem, Massachussets. La madre del autor, Esther, le leyó "El Mago de Oz". Su tía Neva lo introdujo al mundo de Edgar Allan Poe y le heredó su amor por el otoño, con su selección de calabazas y disfraces de Halloween.

"Si hubiera podido elegir, mi cumpleaños habría sido en Halloween", dijo a través de los años.

Las pesadillas que lo plagaron de niño también alimentaron su imaginación, al igual que su gusto por los libros de historietas de Buck Rogers y Tarzán, las primeras películas de terror, los libros de aventura de Tom Swift y las obras de Julio Verne y H.G. Wells.

"Lo maravilloso de mi vida es que todo lo que he hecho es el resultado de lo que fui a los 12 o 13 años", dijo en 1982.

La familia de Bradbury se mudó en 1934 a Los Angeles, donde se convirtió en un cinéfilo y lector voraz. "Nunca fui a la universidad, así que iba a la biblioteca", explicó.

Trató de escribir al menos 1.000 palabras al día, y vendió su primera narración en 1941. Lo publicaban en revistas baratas hasta que finalmente fue aceptado por publicaciones de prestigio como The New Yorker. El primer libro de Bradbury, una colección de cuentos cortos titulada "Carnaval negro", se publicó en 1947.

Era tan pobre durante esos años que no tenía oficina o siquiera un teléfono. "Cuando sonaba el teléfono en la gasolinera al otro lado de la calle de nuestra casa, corría a atenderlo", dijo.

Escribió "Fahrenheit 451" en la biblioteca de la Universidad de California en Los Angeles (UCLA), en máquinas de escribir que alquilaba a 10 centavos la media hora. Dijo que llevaba una bolsa llena de monedas de 10 centavos y que terminó el libro en nueve días, a un costo de 9,80 dólares.

Aunque algunos académicos dudaron de esa historia, diciendo que es imposible que haya creado una obra maestra como esa tan rápidamente, Bradbury sostuvo en varias entrevistas con The Associated Press a lo largo de los años que así fue exactamente como lo hizo.

Pocos escritores podrían igualar la inventiva de sus tramas: un chico se burla de un vampiro llenándolo de monedas de plata; un dinosaurio confunde una sirena de niebla con una llamada de apareamiento; Ernest Hemingway es traído de vuelta a la vida en una máquina del tiempo. En "El hombre ilustrado", una de sus historias más famosas, el tatuaje de un hombre predice un hecho horroroso: va a asesinar a su esposa.

Orador dinámico de voz retumbante y distintiva, Bradbury podía ser contundente y brusco. Pero también era un hombre gregario y amigable, accesible en público y a menudo generoso tanto con sus lectores como con sus colegas.

En el 2009, durante un charla con motivo del primer aniversario de una pequeña biblioteca en el Valle de San Gabriel, en el sur de California, exhortó a los presentes a vivir como dijo que él había vivido: "Haz lo que amas y ama lo que haces".

"Si alguien te dice que hagas algo por dinero, mándalo al demonio", gritó en medio de un efusivo aplauso.

Hasta casi el final de su vida, Bradbury resistió una de las innovaciones que ayudó a anticipar: los libros electrónicos, que comparó con metal quemado al exhortar a los lectores a apegarse a los placeres anticuados de la tinta y el papel. Pero a finales de 2011, cuando los derechos de "Fahrenheit 451" estaban por renovarse, cedió y permitió que su más famosa novela se publicara en formato digital. En retorno, recibió una gran suma de dinero y una promesa especial de Simon & Schuster: la editorial aceptó colocar el e-libro en las bibliotecas, el único libro de Simon & Schuster hasta ese momento que los clientes de bibliotecas podían descargar.

Bradbury deja cuatro hijas: Susan Nixon, Ramona Ostergren, Bettina Karapetian y Alexandra Bradbury. Marguerite Bradbury, su esposa por 57 años, murió en el 2003.

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El corresponsal de AP Robert Jablon contribuyó con este reporte.

jueves, 31 de mayo de 2012

Un futbolista promueve la cerveza



El modelo es Hernando Tovar Rizneda, mejor conocido como "El Mono", jugador del Independiente Santa Fe y de la Selección Colombia que por vez primera asistió a un Mundial de fútbol, el de 1962, celebrado en Chile. El anuncio corresponde a la serie publicitaria promovida por la Cervecería Andina, y dice: "Hernando 'Mono' Tovar, estrella del fútbol nacional dice: 'Tranquilo que el equipo gana... con Andina, la cerveza que refresca, descansa... reanima y fortifica'. Andina sabe mejor". ¡Cambian los tiempos!

Cielos, tardes...



miércoles, 16 de mayo de 2012

El barrio que venera a la Santa Muerte


DEVOTOS DE TODO PELAJE. En las procesiones de esta macabra imagen se juntan madres, mariachis, sicarios, narcotraficantes, pandilleros. / MARCELO SALINAS

Bienvenidos a Tepito, en el centro de México DF. Uno de los barrios más peligrosos de América. Bautizado como "fábrica de delincuentes”. Una explosiva mezcla de contrabandistas, ‘narcos’ y comerciantes piratas con algo en común: su culto a una Virgen calavera.

Aquellos que no conocen Tepito no conocen México, dicen con orgullo los vecinos del barrio más bravo del país. Los tepiteños se revuelven contra la maldición de vivir en el territorio más peligroso, reducto del narcomenudeo (tráfico de droga), la fayuca (contrabando), los tianguis (mercado ambulante) y la piratería (venta de mercancía falsificada). En Tepito es posible comprar de todo. Desde marihuana y cocaína hasta un fusil AK-47, el arma más usada por los sicarios. Y por supuesto, todo tipo de productos de dudosa procedencia, ropa, complementos, películas en DVD, discos compactos… Sólo es cuestión de precio. Todo ocurre en pleno centro de la gigantesca capital mexicana, a 15 minutos del Zócalo, el corazón de la ciudad.

Las incursiones de la policía en el barrio suelen degenerar en batallas campales. La última fue el 22 de abril y duró hasta altas horas de la madrugada. Medio millar de agentes se incautaron de 150 toneladas de perfumes de contrabando, pero para lograr su objetivo tuvieron que doblegar la tenaz resistencia de grupos de jóvenes que quemaron vehículos y levantaron barricadas.

Una de las primeras medidas del jefe de Gobierno (alcalde) de la Ciudad de México, Marcelo Ebrard, en febrero de 2007, fue la expropiación de un predio de Tepito conocido como El 40, que culminó con un espectacular operativo policial para desalojar y demoler 144 viviendas. Según las autoridades, era el mayor centro de distribución de droga, donde se comercializaba diariamente más de media tonelada de marihuana y entre siete y ocho kilos de cocaína, es decir, el 10% de la droga que se distribuye a escala minorista en la Ciudad de México.

El alcalde destaca la importancia de la cultura popular que genera un barrio tradicional y con historia propia como Tepito. Pero no minimiza su cara más negra. De los 38.000 habitantes, unos mil están presos. Si se añaden los que han pasado por la cárcel, la cifra es alarmante. "La densidad de criminalidad es muy elevada”, dice Marcelo Ebrard, que no duda en calificar Tepito de fábrica de delincuentes.

"No somos la lacra de la sociedad”, replica con mala cara Alfonso Hernández, cronista de Tepito y director del Centro de Estudios Tepiteños. Aquí nació hace 63 años Hernández, quien no tiene título académico y dice ejercer la profesión de hojalatero social. En su oficina de la calle Granaditas, rodeada de puestos de venta ambulante, habla animadamente del barrio que "mejor ha resistido la embestida de la modernización urbana a la hora de implantar nuevos patrones en las costumbres”.


El cronista ha escrito sobre la supervivencia del barrio en estos términos: "En la historia de la ciudad, Tepito lo ha sido todo. Barrio indígena y arrabal colonial, abrevadero cultural de los chilangos, semillero de campeones, atracadero urbano de barcos, ropero de pobres, lupanar metropolitano, tianguis y tendajón de sobrinas, refaccionaria automotriz de gabachas y europeas usadas. Reciclador de conciencias e inconsciencias, tendedero existencial de propios y extraños”.

Hay que remontarse a tiempos prehispánicos para encontrar los orígenes de Tepito y de la fuerza y bravura de sus moradores. Aquí se atrincheró Cuauhtémoc, el último rey azteca, 93 días durante el sitio de Tenochtitlán, en una feroz resistencia a las tropas de Hernán Cortés. "Fuimos el primer barrio que empezó a defender su solar nativo con un discurso artístico y cultural”, explica Hernández.

Un recorrido por las 50 manzanas de Tepito da la razón a Fernando César Ramírez, creador de la revista Desde el Zaguán y de varios proyectos culturales, que escribió: "El tianguis se ha tragado todo”. Aceras y calzadas de calles enteras desaparecen bajo el colorido de los toldos que cubren los innumerables puestos de venta ambulante. Tepito no es lo que era. El barrio ha cambiado radicalmente, dicen los más viejos del lugar cuando recuerdan con nostalgia las cantinas, cines, tiendas, tlapalerías y fondas que ya no están. El comercio informal tiene la culpa de su desaparición. Calles, plazas, viviendas y comercios son ahora "bodegas”, almacenes para guardar mercadería. "Ha llegado de distintas partes gente extraña que se ha adueñado del lugar del tepiteño en el comercio, en sus casas y en liderar a su gente”, dice Alfonso Hernández.

Ocultos dentro del laberinto casi impenetrable de los tianguis hay "laboratorios” de falsificación de discos compactos y DVD. Hemos entrado en las entrañas de la piratería, convertida en amortiguador social por la sociedad del espectáculo. Se trata de vender equipos de audio y vídeo baratos para tranquilizar al personal. Se fomentan consumidores compulsivos, después ya veremos qué hacemos con ellos. "La piratería es otra droga”, esgrime el cronista de Tepito. "El objetivo es que la gente deje de ser pueblo y se convierta en público consumidor”. Se abarata el mercado, donde las ganancias son en centavos.

Cada miércoles, la calle de Tenochtitlán se convierte en un mercadillo de ropa a peso. Una camisa, un pantalón, una falda o una chaqueta se venden a un peso (0,06 céntimos de euro). Un par de zapatos cuesta tres pesos (0,17 céntimos). Los compradores rebuscan entre montañas de ropa usada, limpia y, en algunos casos, de marca. Arnulfo Rosas tiene un puesto de venta en este ropero de los pobres. Desde hace 19 años compra ropa de segunda mano en grandes cantidades a los ayateros, que la consiguen en colonias de clase media y baja a cambio de loza o cristalería. Es uno de los oficios más antiguos de Tepito, en vías de extinción.

En un almacén cercano está la zona de los salderos. Aquí, ropa y zapatos de temporadas anteriores se venden a menos de la mitad del precio original. Las zapatillas de deporte están rebajadas de 500 a 250 pesos. Carlos Hernández, secretario general de la zona saldera, explica que la clientela viene de todas partes de la ciudad. "Somos un regulador del mercado entre Santa Fe (zona de alto poder adquisitivo) y Tepito”, comenta. Los salderos y los vendedores de ropa a peso son elementos residuales de lo que un día fue el barrio, cuando vivía de comercializar cueros, prendas de vestir y utensilios usados, para convertirse en un centro de distribución de piratería y estupefacientes. La entrada de la fayuca, hace 60 años, alteró el paisaje radicalmente.

Hasta aquí la descripción del barrio más controvertido de México, el más chilango y el más bravo de todos. Es hora de hablar de sus gentes. El fotógrafo Francisco Mata ha retratado a una amplia representación de tepiteños, que por primera vez salen a la luz para mostrar sus rostros, atuendos, tatuajes, cicatrices, costumbres y hablarnos de sueños y preocupaciones. Viven en las entrañas del barrio, y desde las páginas del libro Tepito ¡bravo el barrio! ayudan a comprender con sus rostros y sus palabras lo que se cuece hoy en Tepito. Hemos ido en busca de algunos de ellos.

"Me siento muy orgulloso de tatuar a gente que ha hecho historia en Tepito. Han pasado de todo, buenos o malos, de todo he tatuado”. José Luis Peña Jaramillo, de 48 años, conocido como El Socio Tatuador, ha dejado su huella en la piel de más de 20.000 personas. "En Tepito he hecho la gran mayoría de tatuajes. He enseñado a muchos que se fueron a trabajar a otras partes de la república. Soy uno de los pioneros en México y fui el primero que trajo al Distrito Federal máquinas profesionales y pigmentos de color”.

Todo empezó en California, donde pasó la adolescencia y parte de la juventud. Era un muchacho de 10 años cuando se hizo el primer tatuaje con unos amigos: una hoja de marihuana. No tuvo una vida fácil en Estados Unidos. Se metió en problemas –delitos graves, dice– que le llevaron a la cárcel, y tiene vetada la entrada en aquel país. Tiene un hijo soldado que acaba de regresar de Irak. Desde los 20 años vive en Tepito. "Es un país dentro de México”. "Hay centroamericanos y de todas partes de la república. Es difícil describir Tepito en pocas palabras. Puedes encontrar desde prostitución, droga y asesinatos hasta los intelectuales que han resaltado en muchas cosas”.

El Socio Tatuador opina que es exagerado decir que es el barrio más peligroso del mundo. "Nueva York tiene unos barrios… Y Los Ángeles, Chicago. Y España. Sí siento que es el más peligroso de México. Ha superado a un barrio de la ciudad de Tijuana, pegado a la frontera”.

José Luis Ponce de León, 49 años, posa pacientemente para el fotógrafo. Muestra orgulloso su cuerpo, decorado en un 90% con motivos orientales, prehispánicos y de la cultura de Estados Unidos. Es el hombre más tatuado de América Latina, desde Tijuana hasta la Patagonia, según sus datos, y vive en Tepito. Sólo le queda el rostro sin tatuar. No por mucho tiempo. "No me interesa lo que opine la gente”, advierte. "Siempre he dicho que voy a tatuarme al cien por cien. Sé que en México no está bien visto. Pero cuando ya te conocen y empiezas a platicar con la gente, se rompe el hielo. Que alguien tenga algún tatuaje no tiene que ver con si es buena o mala persona. No he cometido ningún delito y estoy todo tatuado”.

Cuenta que "desde chavo” tenía la idea de tatuarse. Era muy difícil, porque el padre, de formación militar, no estaba dispuesto a permitirlo y lo sacó del barrio. "Cuando regresé a Tepito busqué a un tatuado, hasta que encontré al Socio. Le platiqué mi idea, y de ahí a la fecha ha sido el único que me ha tatuado. Desde hace más de 10 años, cada sábado, un tatuaje”. ¿No hay que dejar descansar la piel? "Pues sí, pero si me hacía un tatuaje en el brazo, luego me lo hacía en la espalda, o en la pierna, y así iba por diferentes partes”.

José Luis Ponce estudió periodismo y trabajó como locutor en radionovelas y doblajes. Está decidido a dejarlo todo por el tatuaje, su pasión. "Voy a agarrar mi equipo, mochila al hombro, y empezar a viajar, tatuando. Hasta donde llegue”.

En los últimos tiempos, Tepito ha suscitado el interés de antropólogos sociales, investigadores, devotos, impostores y curiosos de diverso pelaje. Y no por la violencia, el narcotráfico o la piratería, sino por el culto a la Santa Muerte, que crece día a día. A la postre, es otro motivo para excomulgar el barrio desde las mentes biempensantes.

El primer martes de cada mes, miles de personas se concentran en la Calle 12, entre Mineros y Panaderos. Llegan desde distintos rincones de la Ciudad de México y alrededores para rezar el rosario ante la Santa Muerte. A las siete de la tarde, la cola es interminable. "Sean breves, por favor. Sólo entrar y salir”, se desgañita doña Queta, la maestra de ceremonias, entre música de mariachis y consignas más propias de una manifestación que de una celebración religiosa. "Se siente, se siente, la santa está presente”. Los fieles llegan hasta el altar de la Santa Muerte, tocan el vidrio, se santiguan y dan media vuelta. El escenario está repleto de imágenes e iconos de la Santa Muerte, y de ofrendas como flores, velas y botellas de tequila y whisky.

Centenares de manifestantes ataviados con tatuajes, medallas, escapularios con una calavera, o transportando la imagen de la muerte desfilan como si se tratara de la Virgen de Guadalupe en una procesión de Semana Santa. La devoción a la Santa Muerte ha adquirido notoriedad en diversos puntos de México, donde la imagen permanecía oculta en hogares, pueblos e, incluso, algunas iglesias. Los detractores identifican a estos devotos con el mundo del crimen, y es cierto que narcos, políticos y delincuentes rinden culto a la Santa Muerte porque, a fin de cuentas, "no juzga a nadie”. En Tepito hay de todo. Entre los devotos de la Santa Muerte puede haber desde la señora que reza por la salud de su hijo gravemente enfermo, hasta el tipo que la víspera de cometer un delito pide ayuda a la Santa Muerte para que todo le salga bien. El escritor Homero Aridjis, estudioso del fenómeno, describe la veneración a la Santa Muerte como "un sincretismo de la tradición religiosa europea que llegó a México con los españoles, o sea, la tradición cristiana, con los cultos mexicanos a la muerte”.


Algunos de los asistentes rocían el ambiente con aerosoles. "Abre camino” para darle "buenas vibras a la santa”. Chamanes improvisados limpian con humo de puros habanos la imagen de la Santa Muerte. No faltan a la fiesta jóvenes mareros (pandilleros), tatuados, colocados con cerveza, marihuana, pegamento y otras sustancias poco recomendables. Hay buenos y malos. Algunos, muy mal carados. Todos con la santa. "Le debemos un respeto”.

Está a punto de empezar la misa y doña Queta anima al personal: "Alabí, alabá, alabim, bomba. La santa, la santa, ra, ra, ra”. El oficiante pide permiso a Dios "para invocar a la Santísima Muerte, nuestra niña blanca”. "Santísima Muerte, quita todas las envidias, trae la luz para los malos espíritus…”. Los asistentes repiten la plegaria. Piden también por "los hermanos que están en cárceles y presidios, que son muchos”.


Enriqueta Romero, doña Queta, de 62 años, madre de siete hijos, con 58 nietos y 18 bisnietos, puso el primer altar a la Santa Muerte en Tepito hace siete años. Ahora hay unos 1.500 en toda la Ciudad de México, especialmente en colonias como Iztapalapa e Itztacalco. "Soy devota de la Santa Muerte desde hace 49 años. Para mí, es un rayo de luz muy grande. Claro, que te voy a decir una cosa: primero Dios y después la Santa Muerte”, dice en su declaración de principios. ¿Y la Virgen de Guadalupe? ¿Es compatible con la Santa Muerte? "Para mí, sí. Yo salgo mucho a la calle, voy al centro, y soy de las que si veo una iglesia, entro y le doy gracias a Dios por todo lo que me ha dado. Y luego veo a la Virgen de Guadalupe y veo a San Juditas, y les doy gracias. Y llego a mi casa y visito a mi niña y le digo: ‘Ya llegué, bonita”. La relación con los narcos no es ninguna leyenda, confirma doña Queta. "Ellos creen en la Santa Muerte. Nadie les quita su derecho a creer en algo, para lo bueno y para lo malo. Todos podemos creer en ella, todos”.

El Tirantes. Arturo Ayala Plascencia, de 57 años, es uno de los personajes genuinos de Tepito. Suele vestir el clásico pachuco –traje de solapa ancha y pantalón holgado–, con camisas vistosas y tirantes, que hacen honor a su apodo. "Me molesta que la gente se arregle sólo cuando va ir a un baile. No debe ser así, por el simple hecho de que la gente siempre te ve. Por eso a mí me gusta estar siempre presentable, siempre bien vestido”.

El Tirantes se siente "muy orgulloso de haber nacido en la Rinconada, que está justamente a un costado de la iglesia de San Francisco de Asís. Y ese sitio está considerado el lugar de origen de Tepito”. "Yo soy comerciante, hermano, vivo del comercio. Fíjate, que, bendito sea Dios, mi mamá tenía un puesto de legumbres en el mercado de Tepito”. Una vida ajustada hasta que irrumpió la fayuca (contrabando). "Afortunadamente, a los 20 años me hice fayuquero y pude sacar a mis nueve hermanos del mercado. Ahora son unos prósperos fayuqueros”. Hoy todavía mantiene su puesto en el mercado, donde vende discos "de pasta”. ¿La piratería ha desplazado al contrabando? "Lo que pasa es que incursionaron los coreanos, los panameños, los chinos… Tepito se convirtió en internacional. ¡Pues sí, hermano!”

El Mago. Cada día a la hora del almuerzo, un tipo alto y delgado, con una cola de caballo interminable y una baraja de cartas en la mano, recorre las mesas del Correo Español, uno de los restaurantes más clásicos de Tepito. Es Carlos Suárez del Solar, más conocido como El Mago. Estudiaba diseño industrial en la Universidad Iberoamericana hasta que lo dejó por la prestidigitación, la cartomancia y la hipnosis. "Son tres ramas que he ejercido profesionalmente durante 49 años”. "La vida nos va colocando en oportunidades y uno las toma o las deja. A mí me puso en mi verdadera vocación”.

Madrake fue su maestro y guía, que le impulsó a dejarlo todo por la magia. Eso fue en 1959. Hasta hoy. ¿Qué es la magia? "La magia existe y no existe. Está en cualquier persona, y la puede traer uno. La gente no comprende lo que son los trucos con las cartas, pero es habilidad manual. El día a día es un truco, el salir adelante. Me fascina cómo se sorprende la gente. Después de 49 años me sigue encantando lo que hago, asombrar a la gente. La mía es una profesión muy sui géneris que me ha recompensando muy bien.

El Mago lleva 12 años en el barrio. Cuando le contrataron no creían que aguantaría más de tres meses. "Me gusta la gente de Tepito. Los oriundos de aquí son gente excelente. Desgraciadamente, la mala publicidad de los medios mancha este concepto, por todo lo que hay, por todo lo que rodea. Han satanizado Tepito por el narcomenudeo y porque había que elegir un lugar para el discurso del día a día de los políticos. Le tocó a Tepito”.

La fuerte tradición del boxeo y la lucha libre en Tepito tiene que ver con el origen del barrio, estrechamente vinculado con el comercio de artículos usados y robados. "Con una vida así hay que ser bueno para los golpes”, dice en el frontón Las Águilas Octavio, El Famoso, Gómez, "y empiezan a surgir los gimnasios”. Muchos de los boxeadores eran pequeños delincuentes. Hay un gran respeto a los boxeadores, sobre todo a los ídolos y campeones. Con el tiempo, viene una etapa de cambio en el comercio urbano. Entra la mercancía ilegal y se infiltran los narcomenudistas.

El Famoso Gómez lo tiene claro: "La droga es el mayor problema de Tepito y de otros barrios de México”. Empezó a boxear en 1955. Sus ídolos eran Raúl Macías, que llegó a campeón del mundo de los pesos gallo en los años cincuenta, y José Medel, campeón en los años sesenta. "Tuve un buen profesor, me hizo estrella del boxeo”. Peleó en tres categorías y derrotó a campeones como Rafael Herrera. Cuando colgó los guantes se dedicó a la farándula, fue actor de teatro y cine. Ahora tiene unos 20 alumnos en el gimnasio, pero "ninguno con madera de campeón; es tan difícil como encontrar un policía honesto en México”. Un jefecillo del mundo de la droga llamó un día al Famoso Gómez. "Pretendía que sacara a los chavos (muchachos) del gimnasio. Quieren que en Tepito sólo tengamos fama de la mala, no de la buena”.

En el Gimnasio Morelos, varias chicas entrenan para ser campeonas algún día. Un cartel del Consejo Mundial de Boxeo colgado en una pared advierte: "Cuidado con las drogas”. Alma González Torres, de 43 años, le pega duro al saco de entrenamiento. "Hace 10 años vine aquí por primera vez con un hijo, para que entrenara y supiera lo que es la disciplina. José Medel era uno de los profesores”. Alma ha peleado 14 combates y quiere entrenar a otras chicas. Todo un desafío en un barrio duro y complicado. "Hay redadas constantemente, la policía nos desaloja el deportivo. Los jóvenes se alejan del boxeo, sólo piensan en la parranda y los desmanes, y se vacían los gimnasios”.


Ubicado en el segundo perímetro del centro histórico, Tepito bordea el corredor turístico catedral-basílica y corre el riesgo de ser presa de la especulación inmobiliaria. Una exposición sobre el barrio lleva por título: Tepito, quieto como un resorte, pero listo como una cerilla. Es un refugio de delincuentes, sí, y también de la creatividad, donde se recicla el lenguaje, el pensamiento y los objetos usados. Aquí se puede conseguir de todo, pero se paga más caro que en ninguna otra parte el impuesto a la ingenuidad.



Publicado por "El País" de Madrid.
http://elpais.com/diario/2008/06/15/eps/1213511216_850215.html

La Santa Muerte viaja en mochila

Muerte mochila
Un devoto de la Santa Muerte, con su imagen en el barrio de Tepito. (Foto: SAÚL RUIZ)

Primera hora de la tarde de un primero de mes en la en la calle de Alfarería, en el barrio de Tepito (México, Distrito Federal). Centenares de personas peregrinan con imágenes religiosas de todos los tamaños en brazos. Todas representan la misma figura: manto de Virgen, rostro de calavera. Las variaciones de estilismo de la estatua (pelucas, colores, vestidos, joyas) son infinitas. Algunos peregrinos, que a menudo viajan horas para la celebración, las transportan dentro de una mochila sobre el pecho, como un altar móvil que contiene flores, cigarrillos, piruletas, manzanas. En medio del bullicio se paran y se intercambian esos pequeños obsequios, riegan sus respectivas santas con tequila, alzan la imagen y se unen a los cánticos, que más que a misa suenan a fútbol (“¡Se ve, se siente, la Santa está presente!”). Tepito se prepara efervescente para el rosario de la Santa Muerte, parte de un culto que supuestamente mezcla tradición cristina y cultos mexicanos ancestrales y que se ha extendido en los últimos años en México. Su altar más representativo –se dice que el primero que salió a la calle- es este, el del llamado barrio bravo de la capital mexicana.

Podría decirse que la responsable de este furor religioso popular fue Enriqueta Romero, conocida como doña Queta. La imagen que le regalaron no cabía en casa y, hace casi 11 años, la colocó mirando a la calle al lado mismo de su puerta, en lo que hoy es un altar integrado en la pared. No esperaba que meses después fueran centenares las personas que se apiñan alrededor de su edificio para el rosario de cada primero de mes. Doña Queta ha tenido hasta que contratar seguridad (y el horario ha cambiado, de la noche a la tarde, para hacerlo más seguro). Ese día está eufórica: “Muy feliz. Yo amo mucho a la Muerte”, dice ocupada con los preparativos. Asegura que no saca beneficios de las celebraciones multitudinarias, aunque sí posee una tienda contigua que vende estampas, rosarios e incluso pendientes y esencia de la Santa Muerte en espray. Insiste en que esta fe está al alcance de todos: cada uno se acerca a la virgen dentro de sus posibilidades. Lo importante, recalca, es que “salga del corazón”. Los devotos no escatiman en gastos. La Niña Blanca estrena vestido blanco y rojo ese día, como cada mes –en abril fue amarillo chillón, nunca se usa el negro-. Lo compran los fieles, y la lista de espera para apadrinar el vestuario llega hasta 2021.
Muerte
    Rosario de la Santa Muerte, el pasado 1 de mayo en el barrio de Tepito (Foto: SAÚL RUIZ)    

La Santa Muerte, con esa imagen tan macabra –y la ubicación de su santuario más famoso en uno de los barrios con peor reputación de México- ha tomado fama de ser una figura venerada por rateros y ladrones, pero lo cierto es que, aunque abiertamente parecen adorarla solo personas de estrato social medio-bajo, a ella se acercan en público o privado policías, políticos, desempleados , comerciantes, amas de casa, personas sin oficio conocido… muchos de fuera del barrio. También se dice que a la Reina de las Tinieblas se le pueden pedir favores dudosos. “No le pidan cosas que no le pidan a la Guadalupe o a San Judas Tadeo”, zanja Alfonso Hernández, conocido como el cronista oficial del barrio y director del Centro de Estudios Tepiteños. “No es mala. A ella la manda Dios a por nosotros”, subraya Raquel Hernández, vendedora a domicilio de 56 años, del Estado de México, que porta camiseta amarilla con su cargo escrito al dorso: “Coordinadora de la Santa Muerte”. Se acercó por primera vez a esta fe porque su madre era devota. Tras la primera visita a Tepito le detectaron cantidades altísimas de azúcar, dice, algo que le salvó la vida, y ahí confirmó su devoción por quien ella llama con ternura Niña. Lo cierto es que el rosario tiene matices peculiares: de rutina se pide, además de por los enfermos o por quienes no creen, por quienes se encuentran presos “justa o injustamente” y también por quienes están “consumiéndose en el vicio”, para que vuelvan a un “estado de seriedad”. El ambiente del rosario es festivo pero muy respetuoso: en la hora escasa que dura, el silencio de la calle impresiona. Doña Queta es muy firme: no duda en echar a una chica que está “activando” (inhalando pegamento) en las disputadas primeras filas frente a la imagen.

La mayoría de los fieles de la Niña Blanca se definen como cristianos o católicos. Como la coordinadora Raquel, que insiste: “Le rezo primero al padre Dios y luego a ella”. Esa es la tónica general del culto: “Si Él creó a la muerte no hay razón para tenerle miedo”, asegura con una sonrisa beatífica Gabriela González, ama de casa de 24 años que va al rosario con su hijo. Ella no cree en la Virgen, pero hay de todo. Pocos metros más allá un veinteañero porta en una mano su imagen, en otra un vaso de refresco, en la oreja un porro y en el antebrazo un tatuaje inmenso de la Virgen de Guadalupe.


De la Santísima Muerte, pese a que su apariencia impresiona y a veces asusta, se habla con familiaridad y cariño. “Es una persona muy dulce, poderosa, noble, nos cuida como si fuéramos sus hijos. Es como venir a festejar a una mamá”, dice Gabriela acariciando la mochila donde trae su imagen (porque llevarla ahí es “como traerla resguardada”). Hay que acercarse a la Santa Muerte “con humildad y sin exigirle”, agrega Ricardo Barbosa, tornero de 39 años agradecido porque esa fe le sacó de problemas de salud. “Le puedes traer manzanas, cigarros, lo que quieras. Le gustan mucho los chocolates”, explica con soltura una chica que, un día de la semana anterior, ha depositado ante la Santa una vela “roja, de amor” junto a su novio. En apenas 15 minutos de un mediodía cualquiera, media docena de personas se para frente a la imagen. Le rezan, se detienen un minuto y apoyan la mano en el cristal, compran un escapulario o le dejan flores. A apenas 20 metros, en la esquina opuesta, un altar de la Virgen de Guadalupe permanece solitario.


Por: Raquel Seco| 17 de mayo de 2012


PERISCOPIO CHILANGO - "El País" de Madrid

Veinte millones de historias tiene la metrópoli de Ciudad de México. Como no podemos contarlas todas buscamos las más sorprendentes, las que explican la vida en una de las mayores ciudades del mundo.

FOTOGALERÍA: La Santa Muerte reina en Tepito (fotos de Saúl Ruiz)

sábado, 12 de mayo de 2012

E.U.: Propuesta republicana: Enajenados

Si tuviera que escoger un caso que ejemplifique a la perfección la visión del mundo que tienen los actuales aspirantes a la candidatura presidencial republicana en Estados Unidos y sus partidarios, me quedaría con las declaraciones que hizo Mitt Romney durante una entrevista reciente en CNN.

"Los pobres no me preocupan", dijo Romney, "la red de seguridad (que los protege) está puesta y si hay que repararla, yo la arreglaré". Y agregó: "A mí me preocupa ese 90-95 por ciento de americanos que ahora están sufriendo... La clase media; los jubilados que viven de lo que reciben del seguro social; los que no pueden encontrar trabajos. Los pobres reciben cuidado médico, vales para la vivienda y estampillas para comida." Es decir, para Romney ese 4 por ciento de la población que gana menos de 5.000 dólares anuales no la está pasando tan mal.

Lo grave, sin embargo, es que desde Ronald Reagan hasta el surgimiento del Tea Party, el Partido Republicano se ha esforzado por hacerle creer a la gente que el Gobierno gasta una fortuna beneficiando a los más pobres. Y lo hace porque el tema tiene una enorme resonancia entre los votantes blancos, que se tragan entero el argumento del conservadurismo populista para concluir, erróneamente, que el deterioro de su estándar de vida se debe a que el Gobierno mima a las minorías con el dinero de gente blanca como ellos.

Según reveló una encuesta del Pew Research Center del año pasado, más de la mitad de los republicanos dijeron que creen que "los pobres la tienen fácil porque reciben beneficios del Gobierno sin ofrecer nada a cambio". Lo mismo dicen los simpatizantes del Tea Party cuando acusan a los pobres, a los indocumentados y a los jóvenes de ser beneficiarios ilegítimos de bienes y servicios. En este sentido, dicen los republicanos, la economía del país mejoraría considerablemente si el Gobierno dejara de beneficiar a los pobres y recortara el gasto de todos los programas subvencionados por él, aparentemente sin percatarse de que son los blancos los que más subsidios, subvenciones y prestaciones reciben.

Irónicamente, pocos republicanos están conscientes de que los tres programas que representan mayor costo para el Gobierno son la defensa, el seguro social y el cuidado de la salud para los jubilados conocido como Medicare. Y solo uno de cada cinco norteamericanos sabe que el Medicare, cuyos principales usuarios son los blancos, es el programa de beneficios que más rápidamente crece en el país y que para mantenerlo el Gobierno gasta 66 centavos de cada dólar que recibe.

Peor aún, un estudio reciente realizado por el profesor Dean P. Lacy, de la Universidad de Dartmouth, encontró que el apoyo a los candidatos republicanos que prometen recortar el gasto del Gobierno va en aumento en estados en los que aquel gasta más de lo que recauda. Es decir, a mayor dependencia de gasto gubernamental, mayor apoyo a los candidatos republicanos que prometen recortarlo.

Cuando oigo las opiniones de los votantes blancos de clase media que no acaban de entender por qué se encuentran en la situación en la que están; que apoyan a los políticos que les prometen recortar los beneficios a los que no están dispuestos a renunciar, y que desquitan su frustración satanizando a las minorías, me acuerdo de un párrafo escrito por Stokely Charmichael, uno de los más elocuentes y controvertidos líderes del movimiento por los derechos civiles de los negros, publicado en The New York Review of Books en 1966: "Recuerdo que cuando niño solía ir los sábados a ver películas de Tarzán. El Tarzán blanco derrotaba a los negros nativos. Yo me sentaba y gritaba: '¡Mata a las bestias, mata a los salvajes!'. Y en realidad yo estaba diciendo: '¡Mátame!'."

Por Sergio Muñoz Bata
Publicado por El Tiempo, de Bogotá.
http://m.eltiempo.com/opinion/columnistas/sergiomuozbata/propuesta-de-los-republicanos/11129783

martes, 8 de mayo de 2012

Adios a otro "Speaker"

Fallecido en la fecha en Bogotá, uno de los fundadores del grupo Los Speakers, aparece a la izquierda, primera fila, Fernando Latorre. La agrupación alcanzó señalado protagonismo en los años finales de los 60 y comienzos de los 70 en Colombia. Pioneros del rock-and-roll y de la música electrónica de la época, los otros integrantes del grupo eran el español Rodrigo García y Luis Dueñas (al fondo, de izquierda a derecha); Humberto Monroy (+) y Edgar Dueñas. 

viernes, 20 de abril de 2012

Por Boyacá

Villa de Leyva
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